El Trienio constitucional, durante el cual el rey absolutista Fernando VII se vio obligado a reinar con un gobierno liberal, fue un momento crucial en la historia española. Por primera vez, en 1820, la ideología gaditana del 1812 tuvo por fin la oportunidad de ponerse verdaderamente en práctica. Pero una vez en el poder, los liberales tuvieron que asentarse como un actor de peso en la escena política nacional, y modificar las mentalidades frente a los esquemas absolutistas que estaban bien arraigados en la mente de la gente. Para llevar a cabo esta difícil tarea de creación de un nuevo imaginario político, utilizaron todos los canales posibles: textos, imágenes, ceremonias, símbolos, etc. Movilizaron, también, diferentes estrategias de legitimación, que alternan o se combinan según los momentos, los públicos y los soportes. El presente artículo se propone explorar una de las estrategias a las que recurren los liberales del Trienio –la escenificación del génesis del liberalismo–, a través de uno de los corpus idóneos para semejante puesta en palabras e imágenes de un mito de los orígenes: las ficciones oníricas. La reflexión se basará en particular en El Anteojo mágico, o La visión de los dos palacios en el bosque (D.J.A.R., Oviedo, 1820); El Dos de mayo. Fragmento (in El Espectador, 2 de mayo de 1821); Mi sueño, o visión de un hombre libre (B… M…, Sevilla, 1821); Mi viaje a la luna o sueños políticos y morales. Primera insurrección del pueblo de Airebi (in Diario constitucional de Palma, 11 y 12 de mayo de 1820) y Profecía de lo que se verá el día 9 de julio de 1820 (Madrid, 1820).